Reflexión sobre la higiene femenina
La pobreza menstrual es un problema que afecta a muchas estudiantes en nuestro sistema educativo y que, en gran medida, ha sido ignorado o tratado como un asunto secundario. La falta de acceso a productos de higiene menstrual no solo pone en riesgo la salud y el bienestar de las niñas y adolescentes, sino que también tiene consecuencias directas en su rendimiento académico y su asistencia a clase.
La pobreza menstrual afecta al fracaso escolar
La imposibilidad de acceder a productos de higiene menstrual adecuados provoca absentismo escolar en muchas alumnas, lo que repercute en su aprendizaje y, a largo plazo, en su rendimiento académico. No poder acudir al colegio por no disponer de compresas o tampones es una realidad que viven muchas jóvenes en situación de vulnerabilidad. Además, el malestar físico y la falta de condiciones adecuadas en los centros educativos para gestionar la menstruación pueden afectar su concentración y autoestima, limitando su participación en clase y su desarrollo educativo.
Tabúes sobre hablar de salud menstrual
Hablar de la menstruación en el aula sigue siendo un tema incómodo para muchos. Se percibe como algo vergonzoso, y en algunos casos, las propias alumnas prefieren evitar el tema por miedo a la burla o al juicio de sus compañeros. En otros casos, se desconoce información básica sobre el ciclo menstrual, lo que refuerza mitos y desinformación. Es fundamental que la educación menstrual se incorpore de manera natural en el currículo, como parte de la educación para la salud y el bienestar, de modo que se normalice y deje de ser un tabú.
En muchos centros educativos, no se dispone de productos de higiene menstrual de manera accesible. Algunas instituciones han comenzado a ofrecerlos en los baños o a través de personal docente o de orientación, pero sigue sin ser una práctica extendida. La inclusión de estos productos en los colegios debería ser tan normal como ofrecer papel higiénico o jabón para manos, ya que se trata de una necesidad básica para el bienestar de las estudiantes.
Se reguló el precio de mascarillas para la COVID-19 y no de productos de higiene femenina
La regulación del precio de las mascarillas se justificó como una necesidad sanitaria urgente, con implicaciones directas para la salud pública. Sin embargo, los productos de higiene femenina han sido históricamente considerados un "lujo" en lugar de una necesidad básica, lo que ha llevado a que no se les aplique el mismo criterio de regulación de precios. Este es un reflejo de una desigualdad de género estructural que sigue presente en las políticas públicas. Si realmente queremos garantizar la equidad, es esencial que los productos menstruales sean accesibles y asequibles para todas las mujeres y niñas, del mismo modo que lo fueron las mascarillas en su momento.
Conclusión
La pobreza menstrual no solo es un problema de acceso a productos de higiene, sino una cuestión de justicia social y de equidad educativa. Es imprescindible que los centros educativos, las instituciones y la sociedad en su conjunto trabajen para garantizar que ninguna niña o adolescente vea limitado su derecho a la educación por una cuestión biológica natural. La menstruación no debería ser un motivo de absentismo ni de vergüenza, sino un proceso normalizado dentro del entorno educativo.
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